Círculo Ánglico A: «La educación sexual debe hacer hincapié en la responsabilidad, la modestia y la castidad»
Este grupo moderado por el cardenal Pell concluyó su estudio de la 3ª parte del 'Instrumentum Labois' pidiendo que "nuestros esfuerzos para caminar con la gente atestigüen con claridad la enseñanza de la Iglesia", y recordando la "llamada del Evangelio a una vida casta" para "las personas con tendencias homosexuales".
Autor: VenL. / Fuente: VIS.
"Y EN EL AUTOCONTROL Y LA FORMACIÓN DE LA CONCIENCIA".
La misión de la familia fluye de la ternura de Dios. La familia es un anunciador de primer orden de la Buena Nueva, tanto dentro de ella como más allá. Guiadas por la Palabra de Dios, por el Magisterio y por los impulsos del Espíritu Santo, y sostenidas por el sacramento del matrimonio, las familias ayudan a ser discípulos misioneros del amor y de la misericordia de Dios donde quiera que estén.
La misión de la familia abarca el amor conyugal, la educación de los hijos, la vivencia fiel del sacramento, la preparación de otras parejas para el matrimonio, el acompañamiento en la amistad y el diálogo de esas parejas o familias con dificultades, y la participación en la vida comunitaria de la Iglesia. Abriéndose a sí mismas a las necesidades de cerca y de lejos, las familias saben cómo encarnar estas palabras de Francisco: “Jesús quiere que toquemos la miseria humana, que toquemos la carne sufriente de los demás… Que aceptemos de verdad entrar en contacto con la existencia concreta de los otros y conozcamos la fuerza de la ternura. Cuando lo hacemos, la vida siempre se nos complica maravillosamente y vivimos la intensa experiencia de ser pueblo, la experiencia de pertenecer a un pueblo.” (Evangelii Gaudium, 270).
Mientras que el don de la fe se recibe en la vida de una familia a través de la cultura, la fe de esa familia también ayuda a dar forma a la cultura. Cada familia tiene sus raíces en la cultura y la familia cristiana tiene la responsabilidad de informar la cultura con la Buena Nueva. Con este fin, la Iglesia exhorta con razón a todos los gobiernos a promover la libertad religiosa, que incluye no sólo el derecho de culto, sino también el derecho de expresar asuntos de conciencia, a participar en los asuntos públicos, y a servir a los demás de una manera consecuente con nuestra fe y misión.
El don de la liturgia de la boda es poderoso en la vida de los que se casan y de los que participan en ella. Examinamos la capacidad de las ceremonias matrimoniales, en que tanto el rito como la homilía pueden tener un impacto grande, así como el testimonio de toda la vida de las familias cristianas.
Verdaderamente importante es la preparación de las parejas para el matrimonio, su formación continua y el apoyo que deben recibir. Esta formación ha de estar fundamentada en la teología bíblica, la antropología cristiana y enseñanzas de la Iglesia. De especial interés fue la discusión sobre una educación sexual adecuada, basándose en una comprensión auténticamente cristiana de la sexualidad. Los programas de educación sexual deben hacer hincapié en la formación de la conciencia, en el sentido de la responsabilidad, el valor del autocontrol, la modestia y la virtud de la castidad. Además, hay que destacar el papel de los padres en la educación sexual de sus hijos. Ellos son los primeros y principales educadores de sus hijos y deben ser apoyados en sus esfuerzos por sanos programas de educación sexual en las escuelas y parroquias.
En todos los casos de acompañamiento pastoral de las familias por parte de la Iglesia, es esencial que nuestros esfuerzos para caminar con la gente atestigüen con claridad la enseñanza de la Iglesia. Lo más importante es la claridad y el atractivo del lenguaje, por lo que la enseñanza de la Iglesia debería ser más comprensible y accesible.
Reflexionamos sobre la forma en que la Iglesia camina con los que luchan. En todos los casos, el cuidado pastoral debe estar marcado por la caridad y la paciencia, especialmente con aquellos que no viven o que aún no están preparados para vivir en pleno acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia. Han de ser acogidos con amor y respeto por los pastores de la Iglesia, que deben ser generosos en su acompañamiento y en el fomento de su deseo de participar más plenamente en la vida de la Iglesia.
Entre las consideraciones pastorales importantes, hablamos de los desafíos que plantean los matrimonios mixtos. Afirmamos que para que este tipo de matrimonios tenga éxito, es importante que las parejas estén bien preparadas en la enseñanza de la Iglesia antes del matrimonio y que sean acompañados por sus comunidades de fe.
También tratamos ciertas propuestas de acompañamiento de los divorciados y vueltos a casar civilmente. Apoyamos los recientes esfuerzos para racionalizar el proceso de nulidad con el fin de que sea más accesible, sin necesidad de cambiar la enseñanza de la Iglesia. La mayoría, sin un pleno consenso, afirmó la enseñanza y la práctica actuales de la Iglesia con respecto a la participación en la Eucaristía de los divorciados que se han vuelto a casar civilmente. Reconocimos que esta vía puede ser difícil, y los pastores deben acompañarlos con discernimiento, siempre dispuestos a extender de nuevo hacia ellos la misericordia de Dios cuando estén necesitados de ella.
Una mayoría, sin el pleno consenso, también afirmó que la práctica pastoral en relación con la recepción del sacramento de la Eucaristía por los divorciados y vueltos a casar civilmente no debe dejarse en manos de las Conferencias Episcopales individuales. Esto haría que se corriera el riesgo de dañar la unidad de la Iglesia Católica, la comprensión de su orden sacramental, y el testimonio visible de la vida de los fieles.
Hablamos de la importancia de la atención pastoral a las personas con tendencias homosexuales, con especial atención a las familias en las que haya algún miembro con atracción hacia el mismo sexo. La Iglesia, como esposa de Cristo, imita el comportamiento del Señor Jesús, cuyo amor universal se ofrece a todas las personas sin excepción. Los padres y los hermanos de los miembros de la familia con tendencias homosexuales están llamados a amar y aceptar a estos miembros de su familia con comprensión y con un corazón indiviso. Pedimos al Sínodo que afirme y proponga de nuevo la totalidad de la enseñanza de la Iglesia sobre el amor y la castidad. Animamos a los padres y a miembros de las familias a tener confianza en ello tal como aman, y a acompañarse unos a otros en correspondencia a la llamada del Evangelio a una vida casta.
Por último, abordamos la procreación y educación de los hijos, afirmando la rica enseñanza de Humanae Vitae, especialmente su afirmación de que las dimensiones unitiva y procreadora del acto conyugal son inseparables. Un auténtico acompañamiento pastoral de las parejas ha de proclamar esta verdad. También debe ayudar a que las parejas vean que una conciencia bien formada contempla la ley moral no como una restricción externa, sino, con la gracia, como una forma de libertad. Se requiere un enfoque pastoral que busque ayudar a los cónyuges a aceptar toda la verdad sobre el amor conyugal en formas que sean comprensibles y acogedoras.
Nuestra discusión sobre ciertos temas sacó a la superficie sentimientos fuertes. Los participantes del grupo esperan que el documento final sirva para unir y no para dividir, expresando que somos obispos con Pedro y bajo Pedro. Con alegría, afirmamos la misión de la familia —una misión hacia los demás, hacia la Iglesia y hacia el mundo.
Traducido al castellano por David Saiz.