Círculo Gálico A: «Lo que se diga en el Sínodo debe apoyarse de manera esencial en la Palabra de Dios»
Este grupo, al trabajar sobre la segunda parte del Instrumentum Laboris, pidió "que se hable más de la fidelidad y de la indisolubilidad en términos de don y de llamada, antes que en términos jurídicos de deber", y afirmó "la unidad de nuestra enseñanza sobre la familia necesita ser expresada con claridad como una viva adhesión al único Salvador y Señor de todos".
Autor: VenL. / Fuente: VIS.
PROFETAS, SAPIENCIALES Y EVANGELIOS.
Arzobispo Ulrich
Nuestra primera mañana ha comenzado por una experiencia de vida compartida entre nosotros. Nuestro moderador nos ha propuesto contarnos unos a otros, obispos, auditores y expertos, cómo la vida de familia y nuestra infancia en familia ha dejado huella en cada uno de nosotros. Lo que hemos conservado del ejemplo de nuestros padres, de su ayuda a vivir nuestro día a día, de la formación recibida y lo que cada uno ha realizado a lo largo de su vida de manera profunda, tanto en su experiencia humana como espiritual. Evidentemente, éste no es el lugar apropiado para referirnos a esta vida compartida, sino para señalar que lo que cada uno ha vivido en su familia, desde el principio de nuestras vidas, ha visto nacer nuestras vocaciones y la manera de cada uno de nosotros de responder a ella. Nuestro trabajo ha comenzado, pues, por una acción de gracias.
Después hemos contemplado de manera global esta segunda parte del Instrumentum Laboris y nos gustaría formular las siguientes observaciones.
Creemos que esta treintena de números permite hacer una síntesis para presentar hoy la buena noticia con relación a la vida de familia y pensamos que es verdaderamente necesario. No se trata de rehacer toda la teología referente al matrimonio y a la familia, estas breves páginas no constituirán un tratado y no pueden tener la ambición de serlo. Pero se solicita y se espera que este Sínodo exprese los aspectos más relevantes y más urgentes de esta buena noticia, que no reservamos en exclusiva para los católicos, sino que podemos y queremos ofrecerla como fuente de esperanza para todos los hombres.
Con relación a este tema queremos destacar los párrafos referentes al Sínodo de 2014, fundamentalmente los números 37, 39, 41, 44, aunque hayamos introducido modificaciones. El trabajo realizado la semana anterior sobre la última parte ha permitido destacar la gran riqueza, diversidad de culturas y desafíos de las diferentes regiones del mundo. Observamos al tratar este tema que aparece muchas veces la idea de la cohabitación y del matrimonio civil. Teniendo en cuenta esta diversidad solicitamos añadir además el matrimonio tradicional. Así, aunque nos veamos en la tesitura de estar en confrontación frente a estas mismas cuestiones, la unidad de nuestra enseñanza sobre la familia necesita ser expresada con claridad como una viva adhesión al único Salvador y Señor de todos.
Para favorecer la unidad de esta enseñanza debemos decir que esta primera parte no ha estado verdaderamente fundamentada en las Santas Escrituras. Pedimos que, de acuerdo con las enseñanzas del Dei Verbum, lo que se diga aquí se apoye de manera esencial en la Palabra de Dios.
Ciertamente, la idea misma de la “pedagogía divina” debe ser descrita sobre todo siguiendo el proceso de la revelación de la primera a la nueva alianza. Los primeros relatos y las llamadas proféticas a la fidelidad no pueden pasarse por alto. Hemos notado la llamada que se nos ha manifestado aquí mismo, en el Aula, para que encuentre su lugar en esta exposición la referencia a los libros sapienciales, al Cántico de los cánticos. Deseamos que no se haga únicamente referencia a dos o tres ideas conocidas del Evangelio para resumir la enseñanza de Jesús, sino que se destaquen los numerosos encuentros de Jesús con las familias, y las realidades familiares de la existencia: la acogida que reserva a los niños, la importancia que da a los padres de familia que lo buscan para que cure a sus hijos, la llamada que dirige a las muchedumbres para que se conviertan en familia de Dios escuchando su palabra y poniéndola en práctica. Y quizás, comenzar por recordar que Jesús ha vivido la mayor parte de su vida en familia.
La “pedagogía divina” se ha revelado a lo largo de la revelación bíblica y continúa siendo experimentada por la Iglesia en la manera de ser presentada a las parejas y a las familias para ayudarles en su camino de vida, tanto en las alegrías como en las penas, tanto en la acción de gracias como en el momento de pedir perdón, tanto en la construcción de su unidad como en sus compromisos al servicio de toda la sociedad.
Esperamos también que este texto, que proviene de varios orígenes (fundamentalmente la Relatio Sinodi y las sucesivas aportaciones hechas hace un año), manifieste una gran unidad en su concepción y no se vea interrumpida a menudo por consideraciones no siempre homogéneas acerca de la indisolubilidad como si fuera nuestra única preocupación.
Observamos además que existe una fuerte tentación por ir demasiado deprisa en las orientaciones pastorales de la tercera parte, pues esto compromete la unidad y la legibilidad de este texto. Por ejemplo, hemos encontrado muy interesante que se promueva la invitación a un contacto más fuerte a través de la Palabra de Dios en familia, pero quizás puede ser excesivo que esto aparezca en el número dos de esta parte (el nº 38). Y hemos sugerido una reestructuración del primer capítulo de esta parte, ya que el orden actual se presenta de modo poco claro.
Finalmente solicitamos y, hemos introducido modificaciones en este sentido, que se hable más de la fidelidad y de la indisolubilidad en términos de don y de llamada, antes que en términos jurídicos de deber. Que no sean percibidas como sobreañadidas al compromiso sino como profundamente integradas en el lenguaje del amor y comprendidas en su dimensión teologal.
Que se hable sobre todo del matrimonio como vocación y llamada a la comunión. Que se hable también de la familia en términos de vocación y que todo esto se vea y se desarrolle como una percepción del amor humano en el amor de Dios que nos ha sido revelado.
Traducido al castellano por Ana Cristina Saiz.