Círculo Ánglico C: «La tarea ha sido poco clara en este nuevo formato del Sínodo»
El Círculo Ánglico C eligió como moderador al arzobispo irlandés Eamon Martin, y como relator al australiano Mark Benedict Coleridge. Este grupo advirtió que "hay fuerzas que son positivas, incluso luminosas, y que deben ser identificadas", aunque reconocieron que "el matrimonio y la familia están bajo nuevas formas de presión".
Autor: VenL. / Fuente: VIS.
PRIMERA SEMANA DEL SÍNODO.
Arzobispo Eamon Martin
La Iglesia Católica presenta una interacción fascinante de diversidad y unidad. En ese sentido, nuestro viaje a través de la semana ha sido profundamente católico, profundamente eclesial. Hemos hablado en diferentes maneras de nuestras diversas experiencias del matrimonio y la familia; sin embargo, ha surgido un profundo sentido de por qué son importantes. El sentido de la diversidad nos llevó a preguntar si este o el otro análisis o discusión se tratan mejor a nivel local o regional más que a nivel global. Hubo descentralización de tendencia en la mayor parte de nuestra discusión; sin embargo, paradójicamente, esto no socava nuestro sentido de unidad en la tarea.
Pasamos un tiempo considerable discutiendo la petición del Instrumentum Laboris, comenzando con un análisis de la situación actual de las familias antes de proceder a reflexionar sobre la vocación y misión de la familia. Se señaló que la estructura del documento de trabajo se movió en la dirección de ver-juzgar-actuar, que parecía que nos sonaba porque —al menos en teoría— ello permite estar en contacto con la familia tal como realmente es y no con la familia tal como podríamos desear que fuera. Al hablar de “la familia” éramos conscientes del peligro de caer en un sentido idealizado y desencarnado de la familia, que puede tener su propia belleza y coherencia interna, pero que puede dar lugar a reflejar sólo pálidamente el mundo de las familias, en lugar del mundo real, con toda su variedad y complejidad.
Esto llevó a su vez a una consideración más amplia de la participación del Evangelio y de la cultura, de la Iglesia y de la historia. La Iglesia no habita en un mundo sin tiempo, como el Concilio Vaticano II, “el Concilio de la historia”, reconoció. Tampoco la Iglesia habita un mundo fuera de las culturas humanas; la Iglesia da forma a las culturas y las culturas dan forma a la Iglesia. Al considerar el matrimonio y la familia aquí y ahora, éramos conscientes de la necesidad de abordar los hechos de la historia y la realidad de las culturas —tanto con los ojos de la fe como con el corazón de Dios. Eso es lo que ha significado para nosotros leer los signos de los tiempos.
A través de esta semana, hemos estado un tanto inciertos acerca de la tarea que se nos presenta, ya que realizamos nuestra tarea a través del Instrumentum Laboris, a veces cayendo en la trampa de volver a escribir lo mismo o en discusiones más semánticas que sustanciales.
De hecho, la marcha era muy lenta a veces, y nos queda preguntarnos cómo vamos a llegar a hacer nuestro camino párrafo por párrafo a través de todo el documento antes del final del Sínodo. Si la tarea en sí ha sido poco clara en este nuevo formato del Sínodo, también lo ha sido nuestro método de trabajo. Hemos tenido que adaptar el método a medida que avanzábamos en la semana, y esto ha desafiado el ingenio y sentido táctico del moderador, por no hablar de la paciencia de los miembros del grupo. A veces nuestro trabajo ha parecido más confuso que metódico; pero nuestra esperanza es que el enfoque, si la claridad no es perfecta, va a surgir a medida que se desarrolla el Sínodo y estaremos más seguros tanto de la tarea como del método.
Hemos dedicado mucho tiempo a discutir el lenguaje de una manera que va más allá de sutilezas semánticas. Por ejemplo, tuvimos una larga discusión acerca de lo que se entiende por “la familia”, algo básico para este Sínodo. Algunos pensaban que tendría más sentido hablar de "familias", teniendo en cuenta los diferentes tipos de familias que ahora vemos. Otros prefieren pensar específicamente de “la familia católica”, pero no hubo consenso perfecto en lo que esto significa. Hay de nuevo muchos tipos diferentes de familias católicas. Al final, nos quedamos con una definición muy general de “la familia” como la forma única de comunidad humana basada en y que fluye desde el matrimonio de un hombre y una mujer, enlazado en el sentido del plan de Dios tal como lo atestigua la Escritura.
También se consideraron ciertas frases que se han vuelto comunes en documentos de la Iglesia, entre ellos 'el evangelio de la familia' y 'la Iglesia doméstica'. Estos fueron formulaciones vívidas e iluminadoras cuando aparecieron por primera vez, pero desde entonces se han convertido en clichés, que son menos claros en su significado de lo que se supone por lo general. Pensamos que puede ser una bueno si se les da un descanso y si en vez usarlas elegimos un lenguaje más accesible para quienes no están familiarizados con nuestra jerga particular. En general, y en especial cuando se habla del matrimonio y de la familia, se consideró que era necesario tener cuidado al hablar de una especie de Iglesia de la que apenas somos conscientes. El Instrumentum Laboris tiene parte en la misma, y sería bueno si el documento final se moviera en una dirección diferente y más fresca. Como el Vaticano II, este Sínodo tiene que ser un evento del lenguaje, algo más que cosmético.
Tenemos que hablar del matrimonio y de la familia en nuevas formas, que tenga implicaciones en el nivel macro y en el micro, como lo hace tanto en el nivel local y en el universal. Sentimos que parte de la novedad tiene que ser una lectura menos negativa de la historia, la cultura y la situación de la familia en este momento. Es cierto que hay fuerzas negativas en funcionamiento en este momento de la historia y en las diferentes culturas del mundo; pero eso está lejos de la historia en su conjunto. También hay fuerzas que son positivas, incluso luminosas, y que deben ser identificadas, ya que es muy posible que sean signos de Dios en la historia.
También es cierto que el matrimonio y la familia están bajo nuevas formas de presión, pero esto, nuevamente, está lejos de toda la historia. Muchos jóvenes todavía quieren casarse, y todavía hay familias notables, muchos de ellos cristianos, heroicamente a veces. Para ver y hablar positivamente de las cosas no debemos caer en una especie de negación. Se trata más bien de ver con los ojos de Dios, el Dios que todavía se ve en todo lo que él ha creado y todavía le resulta bueno.
Para hacer frente a los muchos problemas que hemos discutido tomaremos más de la primera semana o incluso de las tres semanas del Sínodo. Un viaje más largo se extiende ante nosotros, al igual que un viaje anterior nos ha llevado a este punto —no sólo desde finales de 2013, cuando Francisco anunció el viaje de los dos Sínodos, sino desde el Concilio Vaticano II y todo lo que dio lugar el mismo—. Hemos trabajado con paciencia en nuestro camino a través de esta primera semana del Sínodo, y deberemos tener aún más paciencia en lo que debemos recorrer, en el camino que queda por delante. Pero, como el Santo Padre nos ha recordado en la Evangelii Gaudium, “el tiempo es mayor que el espacio”. La paciencia que no se preocupa de un proceso imperfecto y que está dispuesta a esperar que Dios desate los nudos, incluso aquellos que se han atado en los primeros días del Sínodo.
Traducido al castellano por David Saiz.