Círculo Ánglico B: «Hay que reconocer abiertamente la insuficiencia del apoyo pastoral que las familias reciben de la Iglesia en su itinerario de fe»

El círculo Ánglico B pidió que el documento final del Sínodo de la Familia contenga "más referencias bíblicas" y que "entre los grupos que experimentan la exclusión, no se debe pasar por alto las familias que están discriminadas o marginados a causa de su fe en Jesucristo". El moderador fue el cardenal Nichols, y el relator el arzobispo de Dublín, Martin Diarmuid.

Autor: VenL. / Fuente: VIS.

"LA FAMILIA ES FUNDAMENTAL PARA LA TRANSMISIÓN DE LA FE".

El grupo reconoció que el objetivo de la primera parte no fue simplemente repetir el análisis del Sínodo del año pasado. Se consideró, por contra, que el análisis de las dificultades que la familia debe afrontar era demasiado negativo. Nos fijamos en lo que surgió en la reflexión de la Iglesia durante el año pasado y lo que hemos experimentado en nuestras propias iglesias locales. Tratamos de mirar a la luz de la fe cómo millones de familias verdaderamente intentan darse cuenta día a día de lo que Francisco llama “el sueño de Dios para su amada creación”.

Somos testigos cada día de familias que procuran que el sueño de Dios sea su sueño, que tratan de encontrar la felicidad de compartir su viaje de amor y de ver su amor realizado en los niños que traen al mundo y de guiar a sus hijos, especialmente a los adolescentes, en el misterio del amor conyugal. El grupo subrayó que la familia es muy a menudo el medio ordinario por el cual hombres y mujeres se acompañaron a través de cada etapa de la vida. El amor y el apoyo dado y recibido por tantas familias durante la peregrinación de la vida es una expresión del amor que Dios dedica a su pueblo peregrino.

A pesar de los retos que la familia ha de afrontar en todas las culturas, las familias, con la ayuda de la gracia divina, encuentran dentro de sí la fuerza para llevar a cabo su vocación al amor, para fortalecer los vínculos sociales, y para cuidar a la sociedad en general, especialmente a los más vulnerables. El grupo considera que el Sínodo debe expresar un gran agradecimiento a esas familias.

El lugar de la primera parte es escuchar y observar la situación de hecho de las familias. El grupo sintió fuertemente, sin embargo, que para el cristiano tal análisis debe siempre mirarse a través de los ojos de la fe y no quedarse simplemente en el análisis sociológico. Más referencias bíblicas ayudarían a comprender la naturaleza del sueño de Dios que las familias están llamadas a hacer suyo propio y a darse cuenta de que en las dificultades de la vida pueden depositar su confianza en un Dios que ni decepciona ni abandona a nadie.

Se señaló que junto a los desafíos socio-culturales que enfrentan las familias, también hay que reconocer abiertamente la insuficiencia del apoyo pastoral que las familias reciben de la Iglesia en su itinerario de fe. El análisis de la situación de la familia debería reconocer cómo, con la ayuda de la gracia, las familias, que están lejos de ser perfectas, que viven en un mundo imperfecto, se dan cuenta de su vocación, a pesar de que pueden fallar a lo largo de su viaje.

Como miembros del grupo compartimos una reflexión, cada uno de nosotros en la experiencia de nuestra propia familia. Lo que surgió fue, lejos de ser un estereotipo de una 'familia ideal', un collage de familias diferentes en su origen social, étnico y religioso. En medio de muchas dificultades nuestras familias nos dieron el don del amor y el don de la fe; en nuestras familias descubrimos un sentido de autoestima y dedicación. Muchas de nuestras familias son de confesión o religión mixta, pero en todo hemos aprendido una habilidad para orar y reflexionar sobre cómo la familia es fundamental para la transmisión de la fe en una multiplicidad de situaciones.

Un análisis basado en la luz de la fe está lejos de ser un análisis que evita enfrentar la realidad. En todo caso, este tipo de análisis puede centrarse en cuestiones de marginación, que escapan fácilmente de la mentalidad de la cultura dominante en muchas de nuestras sociedades. Un análisis basado en la luz de la fe puede conducir a un discernimiento más profundo de cómo las familias sufren marginación y formas de pobreza, que van más allá de la pobreza económica para incluir el contexto social, cultural y espiritual.Tal discernimiento debe ayudar a identificar en nuestro mundo los grupos de aquéllos que se encuentran en una situación similar a la de Jesús y sus padres, para quien “no había lugar en la posada”. Se señaló que entre los grupos que experimentan esa exclusión, no se debe pasar por alto las familias que están discriminadas o marginados a causa de su fe en Jesucristo.

El lenguaje de la Escritura puede estar más cerca de la realidad de la experiencia cotidiana de las familias y puede convertirse en un puente entre la fe y la vida. El grupo consideró que el lenguaje del documento final debe ser un lenguaje más simple, accesible a las familias, que muestre que también los Padres sinodales han escuchado y oído su contribución y comentarios al proceso sinodal. Las situaciones en las que las familias se esfuerzan por vivir su vocación son variadas. Sería imposible resumir todas estas situaciones en un solo documento. Cada iglesia local debe tratar de identificar las situaciones particulares de la marginación de la familia en su propia sociedad.

La política social debe tener un interés prioritario, por sus efectos en las familias. Una buena política social debe comenzar con una indicación de dónde yacen las periferias sociales de cada comunidad, en lugar de partir de un análisis económico simple. Tal discernimiento de la realidad de la marginación debe ser también una característica dominante de la pastoral de la Iglesia para las familias. Los problemas sociales como la vivienda inadecuada, el desempleo, la migración, el abuso de drogas, el costo de la crianza de los niños, tienen en toda la familia a la principal víctima. Al analizar los desafíos que enfrentan los grupos particulares, el grupo propone una amplia reescritura de los párrafos 17-30 bajo el título de 'La Familia en la Peregrinación de la Vida'.

Los jóvenes viven en una cultura 'hipersexualizada'. Ellos necesitan ser educados en una cultura de donación, que es la base de la auto-donación del amor conyugal. Los jóvenes tienen que desarrollar la capacidad de vivir en armonía con las emociones y los sentimientos, y buscar madurez afectiva, relaciones maduras con los demás. Esto puede ser un antídoto contra el egoísmo y el aislamiento, que a menudo conducen a los jóvenes a una falta de sentido en sus vidas e incluso a la desesperación, a autolesiones y al suicidio.

La generosidad y la esperanza están en la raíz de una cultura de la vida. La vida en el útero se ve amenazada por la práctica generalizada del aborto y el infanticidio. La cultura de la vida también debe abarcar a los ancianos y a las personas con necesidades especiales, donde muy a menudo el soporte que reciben sólo proviene de la familia. Muchas familias dan testimonio de la nueva visión de la vida que viene cuando uno de sus miembros tiene esas necesidades especiales.

La experiencia de nuestro grupo ha sido de pastores que comparten una firme convicción de que el futuro de la Iglesia y de la sociedad pasa por la familia. Se hizo hincapié en que la política y las políticas pueden tratar de cambiar las estructuras, pero la política por sí sola no cambia los corazones.

La humanización de la sociedad y nuestro futuro dependerán de cómo nos demos cuenta, como comunidad, del sueño de Dios para con su amada creación. Sólo podemos dar gracias a Dios por nuestras familias cristianas que a través de su amor y entrega, aunque imperfectas, abren sus corazones al amor sanador del Dios revelado en Jesucristo.Tenemos una gran deuda contraída con estas familias que de manera inmensa apoyan y alientan nuestro ministerio como pastores.

 

Traducido al castellano por David Saiz.