Francisco: «Se os ha confiado la predicación de la realidad que sostiene todo el edificio de la Iglesia: ¡Jesús ha resucitado!»

Francisco recibió el pasado jueves en la Sala Clementina a unos 130 nuevos obispos ordenados en el curso de este año, a quienes acompañaban los cardenales Marc Ouellet y Leonardo Sandri, respectivamente Prefectos de la Congregación para los Obispos y de la Congregación para las Iglesias Orientales.

Autor: VenL. / Fuente: VIS.

ANTE 130 NUEVOS OBISPOS.

Francisco recordó a los nuevos obispos que son "testigos del Resucitado. Esta es vuestra tarea primordial e insustituible. A vosotros se os ha confiado la predicación de la realidad que sostiene todo el edificio de la Iglesia: ¡Jesús ha resucitado! No se trata de una proclamación obvia ni fácil. El mundo está tan contento con su presente, al menos en apariencia, con lo que es capaz de proporcionarle lo que es útil para suprimir la pregunta de lo que es definitivo. Y sin embargo, nos asaltan preguntas cuyas respuestas pueden venir solamente del futuro definitivo. ¿Cómo podríamos hacer frente al difícil presente si se desdibujase en nosotros un sentido de pertenencia a la comunidad del Resucitado? ¿Podríamos recordar la grandeza del destino humano si se debilitase en nosotros el valor de subordinar nuestra vida al amor que no muere?".

El Papa hablo de "los dramáticos desafíos como la globalización, que acerca lo que está lejos y por otro lado aleja lo cercano. Pienso en el fenómeno epocal de la migración que trastorna nuestros días. Pienso en el ambiente natural, el jardín que Dios ha dado como hogar al ser humano y a otras criaturas y que está amenazado por la explotación miope y a menudo depredadora. Pienso en la dignidad y el futuro del trabajo humano, del que están privadas enteras generaciones. Pienso en la desertificación de las relaciones, en el desamparo de tantos jóvenes y la soledad de muchos ancianos. No quisiera concentrarme sobre una agenda de estas tareas porque no quiero asustaros. Me empuja solamente entregaros, una vez más, la alegría del Evangelio. Recordad siempre que el Evangelio os protege y no tengáis miedo de ir a ninguna parte y de estar con los que el Señor os ha confiado. Ninguna esfera de la vida humana está excluida del interés del corazón del pastor. Guardaos del peligro de dejar de lado las múltiples realidades de vuestro rebaño, no renunciéis a los encuentros, no ahorréis la predicación de la Palabra viva del Señor. Invitad a todos a la misión",

Francisco les recomedó que "con los que son de casa, asisten a vuestra comunidad y reciben la Eucaristía, os invito a haceros obispos educadores, guías y catequistas espirituales, capaces de llevarlos de la mano y hacerles subir al Tabor, de guiarlos al conocimiento del misterio que profesan. No escatiméis energías para acompañarlos en la subida. No dejéis que se resignen a las llanuras".

También recordó "a las personas bautizadas pero que no viven las exigencias del Bautismo. Quizás se ha pensado durante mucho tiempo que la tierra en la que cayó la semilla del Evangelio no necesitaba cuidados. Algunos se han alejado, decepcionados de las promesas de la fe, o porque les parecía demasiado exigente el camino para alcanzarlas. No pocos han salido dando un portazo, echandónos en cara nuestras debilidades y buscando convencerse, sin conseguirlo del todo, que estaban engañados por esperanzas al final desmentidas. Sed obispos capaces de interceptar su camino. No os escandalicéis de su dolor o de sus decepciones. Iluminadlos con la llama siempre capaz de iluminar lo que alcanza con su claridad, y sin embargo, nunca deslumbrante. Dedicad tiempo a reuniros con ellos en su camino a Emaús. Dadles palabras que les revelen lo que todavía no son capaces de ver: el potencial oculto en sus propias desilusiones. Más que con palabras, calentad sus corazones con la escucha humilde e interesada en su verdadero bien, para que se abran sus ojos e, inviritiendo su curso, vuelvan a Aquel de quien se habían alejado''.

Francisco aludió a la labor de los nuevos obispos "como pastores misioneros de la salvación gratuita de Dios" y les instó a "buscar también a aquellos que no conocen a Jesús o lo han rechazado siempre. Ir en su dirección sin miedo ni temor. No es cierto que podemos prescindir de estos hermanos lejanos. No nos está permitido despreocuparnos de su suerte. Viendo en nosotros al Señor que los interpela, tal vez tengan el valor de responder a la invitación divina. Si fuera así, nuestras comunidades se enriquecerán con todo lo que tienen que compartir, y nuestros corazones de Pastores se regocijarán al repetir una vez más: Hoy ha llegado la salvación a esta casa".