Cardenal Antonelli afirma que «el matrimonio sacramental es indisoluble por voluntad de Jesucristo»
El presidente emérito del Pontificio Consejo para la Familia en el Vaticano precisó que "la admisión a la mesa eucarística de los divorciados vueltos a casar civilmente y de los convivientes comporta una separación entre misericordia y conversión, que no parece en sintonía con el Evangelio".
Autor: Jennifer Almendras. / Fuente: ACI Prensa.
'CRISIS DEL MATRIMONIO Y EUCARISTÍA'.
El cardenal y presidente emérito del Pontificio Consejo para la Familia en el Vaticano, Ennio Antonelli, afirmó que "el matrimonio sacramental es indisoluble por voluntad de Jesucristo", en un folleto titulado 'Crisis del matrimonio y Eucaristía' en el que ofrece su contribución de cara al próximo Sínodo de los Obispos que se realizará en octubre.
"El matrimonio sacramental, rato y consumado, es indisoluble por voluntad de Jesucristo. La separación de los cónyuges es contraria a su voluntad. La nueva unión de un cónyuge separado es ilegítima y constituye un grave desorden moral permanente; crea una situación que contradice objetivamente la alianza nupcial de Cristo con la Iglesia, que se significa y actúa en la Eucaristía. Por ello las personas divorciadas que se han vuelto a casar civilmente no pueden ser admitidas a la comunión eucarística, ante todo por un motivo teológico y después por un motivo de orden pastoral. Quienes son favorables a la comunión eucarística de los divorciados vueltos a casar y de los convivientes, normalmente afirman que no se pone en discusión la indisolubilidad del matrimonio. Pero, más allá de sus intenciones, teniendo en cuenta la incoherencia doctrinal entre la admisión de estas personas a la Comunión eucarística y la indisolubilidad del matrimonio, se terminará por negar en la práctica concreta lo que se continuará afirmando teóricamente en línea de principio, con el riesgo de reducir el matrimonio indisoluble a un ideal, quizás hermoso, pero realizable solo para algunos afortunados", aseveró.
Antonelli precisó que "la admisión a la mesa eucarística de los divorciados vueltos a casar civilmente y de los convivientes comporta una separación entre misericordia y conversión, que no parece en sintonía con el Evangelio". Además, recordó el importante aporte del Concilio Vaticano II, en cuya perspectiva el "matrimonio no se puede reducir a un contrato jurídico; pero tampoco a una sintonía afectiva espontánea sin vínculos", dado que el matrimonio claramente se delinea como "una forma de vida común, plasmada por el amor conyugal, que por su naturaleza está ordenado a la procreación y a la educación de la prole, y por ello comporta la intimidad sexual y la donación recíproca totalizante, fiel e indisoluble". El texto lleva la presentación del cardenal y presidente Emérito de la Pontificia Academia para la Vida, Elio Sgreccia, quien considera que estas reflexiones logran "confirmar y conjugar la eximia dignidad del matrimonio cristiano, tal como ha sido vivido en la Iglesia Católica" y evidencia "que el tesoro de dignidad y de gracia que ha sido consignado a la Iglesia exige ser reforzado e ilustrado, incluso para beneficio de quien se encuentra en situaciones críticas o de fragilidad".